La Pérdida del rostro propio

En la Atenas del siglo V a.C., los ciudadanos no tenían abogados. Cuando debían defenderse, contrataban a logógrafos: escritores secretos que componían discursos a medida. Pero no eran fantasmas: eran filólogos, entrenados en el arte de la retórica, capaces de imitar el tono, las palabras y hasta el pudor del otro. Su trabajo no era brillar, sino desaparecer detrás de una voz ajena. Esa ética —hablar por otro sin traicionarlo— requería escucha, presencia, oficio. Hoy, cuando los agentes de voz por IA responden por nosotros en bancos, entrevistas, plataformas de soporte o incluso terapia, algo similar parece estar ocurriendo. Pero con una diferencia: la IA no nos conoce. Imita, sí. Pero no escucha. Responde, pero no recuerda. Y lo que era asistencia se vuelve sustitución. La voz sigue sonando, pero ya no es nuestra.

Del otro lado, en el campo visual, ocurre lo mismo. Midjourney genera imágenes con una estética tan afilada como vacía: nadie vivió esa escena, nadie estuvo ahí, pero todos sentimos que la hemos visto antes. Porque esas imágenes no nacen del mundo, sino de un promedio de estilos, una nostalgia de lo que alguna vez fue pintura, diseño o emoción. Y sin embargo, ahí están, listas para ilustrar nuestros perfiles, nuestras ideas, nuestros artículos. ¿Qué pasa cuando también cedemos el ojo? ¿Cuánto de lo que vemos hoy tiene cuerpo detrás, y cuánto es simplemente una textura sin memoria? El riesgo no es solo la falsedad: es la comodidad. Porque una vez que todo se genera sin error, sin contradicción, sin historia, también desaparece algo más: nuestra necesidad de decidir.

Y es justo en ese cruce —entre la voz que no es nuestra y la imagen que no recordamos haber visto— donde debemos preguntarnos por la Divina Machina. ¿Es esta nueva máquina una herramienta de expresión o un sustituto elegante del criterio? ¿Nos potencia o nos suple? En su versión más profunda, esa máquina debería ser una extensión de nuestra conciencia, no su reemplazo. Un sistema que nos ayude a decir mejor, no a callar con fluidez. Porque crear, hablar, imaginar, sigue siendo un ejercicio de encarnación. Y si dejamos de encarnar nuestras ideas, lo que se pierde no es la calidad del contenido. Lo que se pierde es nosotros mismos.

Asset A
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Date

February 3, 2025

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