Pintar el tiempo antes del tiempo

Tintoretto no inventó el cine, pero sí lo intuyó. En pleno siglo XVI, mientras la pintura aún obedecía al orden del Renacimiento, él rompía la escena con fugas imposibles, cuerpos tensos, acciones detenidas en su clímax más narrativo. Jacopo Robusti no era un ilustrador de pasajes bíblicos: era un director sin cámara, un escenógrafo de lo invisible. Sus lienzos capturan ese instante anterior a la explosión —lo que en cine se llama tensión dramática, y en arte, presencia. Usaba la perspectiva como montaje, la luz como edición, el cuerpo como guión. Donde Rafael buscaba equilibrio, Tintoretto buscaba vértigo. Y ese vértigo, esa incomodidad dirigida, fue una revolución técnica disfrazada de pintura. Porque cuando nadie lo pedía, él ya organizaba las imágenes no para que se vieran, sino para que sucedieran.

Pero lo más moderno de Tintoretto no es su estilo: es su criterio. Esa capacidad de decidir, con violencia y belleza, qué debe entrar y qué debe desaparecer del cuadro. Su trazo es imperfecto, sí, pero profundamente humano. Las pinceladas rápidas, los cuerpos deformados, las luces teatrales: todo responde a una coreografía emocional donde el error no se corrige, sino que se integra. Como los antiguos logógrafos griegos que escribían discursos para que otros pudieran hablar, Tintoretto pintaba escenas para que el espectador pudiera recordar. No una historia literal, sino una verdad encarnada. Lo suyo no era representar, sino traducir. Y traducía con luz, con sombra, con torsión. En su obra no hay ilustración: hay inteligencia estética. Es decir, arte que piensa con el cuerpo.

Y por eso duele tanto verlo hoy, en un mundo donde todo se puede generar en segundos. Porque Tintoretto no generaba: construía. No ejecutaba: decidía. No embellecía: resistía. Su taller no era una fábrica de imágenes, sino una maquinaria del alma: una Divina Machina hecha de criterio, visión, oficio y pasión. Una máquina humana, imperfecta, exacta en su desvío. Y quizás por eso, en plena era de IA, sigue siendo una lección para todos nosotros: que no basta con hacer imágenes; hay que saber por qué. Y que lo verdaderamente moderno nunca fue la técnica, sino el gesto que la trasciende.

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Date

February 3, 2025

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